miércoles, 5 de febrero de 2014

De hackers a fuentes humanas de inteligencia militar ¿Y el principio de distinción?

De hackers a fuentes humanas de inteligencia militar ¿Y el principio de distinción?


¿Alguien espió a los negociadores de La Habana? . Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, Alejandro Éder son algunos de los 'chuzados'.


El nuevo escándalo de espionaje revelado por www.semana.com ha suscitado un intenso debate en los medios de comunicación sobre la legalidad y legitimidad de las operaciones adelantadas desde la plataforma "Andromeda". La opinión pública nuevamente, con toda razón, se encuentra preguntándose sobre los excesos de las labores de inteligencia y el riesgo que corre el Estado de derecho por contar con instituciones que, como “rueda suelta” y atendiendo intereses oscuros y criminales, persiguen y hostigan a ciudadanos que legítimamente ejercen oposición política al establecimiento y, en este caso, funcionarios públicos que se les ha encomendado la representación del gobierno nacional en las mesas de diálogos de paz en La Habana. No hay duda que esta problemática merece cuantos titulares de prensa sean necesarios para evidenciar la sistematicidad criminal con la que operan estas agencias.

Ahora bien. Los hechos revelados por Semana sobre cómo funcionaba la plataforma “Andromeda” contiene un elemento adicional, y a mi parecer supremamente grave, y es la vinculación de civiles al estratagema de inteligencia militar. Según lo reportó Semana:

“La fachada 'Andrómeda' contaba con dos tipos de personas que allí trabajaban. Unos, militares activos, y los otros, hackers civiles. “Algunos de esos muchachos fueron reclutados en los 'Campus Parties', que son esas ferias de tecnología que se hacen anualmente. Otros son hackers conocidos que han ayudado en el pasado”, contó a Semana.com uno de ellos”

Independientemente de si las actividades de inteligencia y contrainteligencia desarrolladas por la plataforma “Andromeda” perseguían fines legítimos y legales, materia sobre la cual han girado tanto las especulaciones periodísticas como las declaraciones de los mandos militares responsables, debe ser objeto de especial reproche el hecho de poner miembros de la población civil bajo la subordinación de autoridades militares para que los primeros asuman funciones dentro del conflicto tal y como son las actividades de inteligencia. Esta situación, bajo el Derecho Internacional Humanitario o Derecho de Ginebra, se encuentra proscrita por el Principio de Distinción contemplado en el artículo 51 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 y asimismo es considerado norma de ius cogens. En virtud de este principio la población civil debe gozar de protección contra los peligros provenientes de operaciones militares, y establece la obligación de distinguir a los combatientes de todas las personas civiles que no pertenezcan a las fuerzas armadas de alguno de los bandos enfrentados, de las personas puestas fuera de combate y de las que no participan directamente en las hostilidades.

No se debe olvidar que ya en el año 2010 organizaciones de derechos humanos y la comunidad internacional le habían llamado la atención al Estado colombiano por la afectación del principio de distinción que se derivaba del programa de la red de informantes civiles que pretendió impulsar el expresidente Álvaro Uribe en Medellín y a lo largo de todo el país (recuérdelo acá).

Así las cosas, es urgente que las fuerzas armadas y el Estado colombiano adopten los correctivos necesarios y rindan cuentas de forma transparente sobre si ésta es una práctica recurrente para la obtención de fuentes humanas de inteligencia militar. De ser así, ello solo demuestra que Colombia, a pesar de su afán de exhibirse ante la comunidad internacional como un Estado constitucional y de derecho, sigue fracasando en el intento.